jueves, 10 de julio de 2014

Cuestionando la existencia

Si no creo en Dios ¿en quién me apoyo?                                      
Foto propia
Los recuerdos vivos 


inmortalizan el alma de los muertos
Si no creo en Dios ¿a quién pido consuelo cuando lloro?
Si no creo en Dios ¿qué hago en esta vida?
Si no creo en Dios ¿en quién creo?
Si no creo en Dios ¿para qué preguntarme qué es la vida?
Si no creo en Dios ¿para qué preguntarme qué es la muerte?
Si no creo en Dios ¿para qué preocuparme por la vida?
Si no creo en Dios ¿para qué preocuparme por la muerte?
Si no creo en Dios ¿por qué me lo pregunto?.
Si no creo en Dios ¿para qué me lo pregunto?
Si no creo en Dios ¿por qué dudo?

¡Cuántas dudas comen mi cabeza, miles!

¿Seguro tengo fe? Si no tuviera fe, no tendría dudas
¿Seguro no tengo fe? Si tuviera fe, no tendría dudas

Si creo ¿por qué me pregunto sobre la existencia?
Si no creo ¿para qué me pregunto sobre la existencia?

Cuando nacemos, venimos a este mundo
Cuando morimos, nos vamos de este mundo 
Si existe algún mundo antes y después, ¿será el mismo? Si es así será mejor, sin sufrimiento
Si no existe, ¿será el mismo? Si es así será mejor, sintiendo nada

A veces, el agnosticismo me aborda y me planteo si lo que llamamos alma serán los genes. La información grabada en cada uno de ellos es la herencia de nuestros antepasados. Cada generación va sumando mayor carga informativa a sus descendientes ¿podría considerarse entonces que a través de estas estructuras la existencia trascienda, sea eterna, y el alma no sea otra cosa que eso, genes?

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