Las horas se hacían cortas, los
días eternos
El tiempo se pasaba muriendo en
cada encuentro
Con la conciencia derramada
Con hombreras de plomo
Cargando una mochila de dolor
desmedido...
Querer resultó ingrato
En pasado, reproches
En presente, dudas
En futuro, roces
No hubo forma de purgar la pena
Incluso la desdicha se resistía al
fracaso
Una noche, el miedo se vistió de
luces
y sin conciencia alguna de las
partes
todo aquel entramado dejó de ser
pecado
sin haber sido nunca confesado
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